La expectación

23.05.2011 18:46

La conocí muy de pequeño. Se trataba de una expectación irracional, porque no esperaba nada en concreto. Quizá fuese la emoción de ver mi nombre, la satisfacción de añadir un nuevo sello a mi colección o simplemente la curiosidad por conocer el contenido. El hecho es que me encantaba recibir cartas. ¡No os podéis imaginar la emoción al descubrir la existencia del apartado de correos! Esa cajita mágica a la que solo yo tenía acceso, la antesala de mis ilusiones... Eran otros tiempos; entonces no pasaba un día sin que pensara en la correspondencia. El avance tecnológico lo cambió todo. Internet entró a zarpazos hiriendo de muerte tantos arraigos: los correos de los amigos, mis partidas de ajedrez postal... Todo se desvaneció. Pero el fuego también crea bosques. El progreso trajo al mundo una criatura nueva de nombre correo electrónico. Un ser grotesco, deshumanizado, impúdico, pero igualmente apasionante. Entró en mi vida con descaro, y me regalaba un aluvión de propuestas: algunas simpáticas; las más inútiles. Logré reponerme del desconcierto y trabajé para que su inicial bravura se apaciguara. Recibo correos a diario. No muchos, Los justos. No es nada equiparable al sobre, pero es lo que hay. ¿Les cuento un secreto? Escribir mi novela me brindó muchas emociones, una amalgama de sentimientos que me cuesta describir, pero todos eran esperados. Al menos sabía que podían llegar. Lo que no imaginaba era volver a encontrarme con esa vieja amiga. La expectación ha regresado. Quizá tan irracional como lo fue siempre. Pero lo cierto es que vuelvo a estar pendiente a todas horas del correo, ahora en mi pantalla, buscando una respuesta que salve a mi novela del eterno olvido al que su propio título parece confinar. No lo vean como algo angustioso, de verdad; en el fondo, como cuando era un niño, la expectación me fascina.