Maldita estadística

13.11.2015 20:29

A veces parece como si el mundo se moviera en torno a la estadística. Asuntos tan importantes como el índice de productividad, la natalidad, la debilidad del euro, el salario medio o el número de polvos que el españolito de a pie echa a la semana, asoman a nuestra ventana a diario. Asoman y se van, dejándonos la sensación de que no hay quien meta cabeza en las medias, sobre todo en lo que a salario se refiere, que no hay dios que se lo crea. De intimidades mejor no hablamos, que ahí de sobra es sabido que todo el mundo cumple con la media, incluso la supera, faltaría más. Y es que la estadística tiene muy mala uva, conocido es este ejemplo: yo me como dos pollos y usted no se come ninguno y, a efectos, cuenta que nos hemos comido un pollo cada uno.

La estadística estudia sucesos, cuenta la frecuencia y determina la probabilidad de que acontezcan. Luego ya se sabe: el tipo que más se cuida, deportista, con hábitos de lo más saludable, la palma de un infarto, y ese otro que se fuma a diario dos paquetes de tabaco, con más colesterol que la barriga de un cochino y que se bebe medio Amazonas cada día, se encaja en 90 años sin haber pasado por la consulta del médico.

Claro que se supone que hablamos de excepciones. Se supone. Suspicacias aparte, no me negarán que el asunto jode bastante.  

Nunca tuve nada en contra de la estadística, pero reconozco que cada día le tengo más tirria, pues si me fastidian las dichosas excepciones, peor llevo la frialdad y fortaleza de sus irrefutables conclusiones. El ejemplo más ilustrativo de esto último lo encontramos en el campo de los juegos de azar.   

Aunque asumimos que las loterías funcionan como elementos de recaudación voluntaria de impuestos, quien más quien menos apuesta a algún juego con la esperanza de obtener un premio importante, un pelotazo de esos que te retiran de por vida. La ilusión, ese elemento misterioso que nos aporta vigor en los períodos de apatía.  Pero la realidad es que las posibilidades de ganar un gran premio son desalentadoras. Vean si no:

La probabilidad de que te toque el Gordo de Navidad −que no es ni mucho menos un premio millonario− es de 1 entre 100.000. Para acertar 6 en la Primitiva gozaremos de una posibilidad entre 13.983.816. Hablamos del premio clásico, ahora existe una categoría especial que es aún más complicada. La probabilidad teórica de acertar el pleno al 15 en la Quiniela es de 1 entre 14.348.907, aunque aquí sabemos que influyen otros factores. Para el famoso Cuponazo de la ONCE, azar puro y duro, la probabilidad es de 1 entre 15.000.000, mientras que la Euromillones, que fue retocada para hacerla aún más inalcanzable, reparte su máximo premio a 1 de cada 116.531.800 apuestas.

Visto así, uno puede esgrimir que cada semana hay un montón de agraciados y que si no se juega, entonces la probabilidad es cero. Cierto, hay que alimentar la ilusión, pobrecita, que tanto bien nos hace. Pero resulta que me ha dado por comparar la probabilidad de acierto de la máxima categoría en algunos juegos de azar con la probabilidad de que acontezcan otros sucesos, y ahí ya me he hundido.

De acuerdo con los cálculos que ofrece la NASA, sería 400 veces más probable que el asteroide Apófisis impacte y devaste la Tierra en 2036 a que me tocase el premio mayor de la Euromillones.

Cruzando datos del Instituto Nacional de Estadística y de la Agencia Española de Meteorología resulta que es 350 veces más probable que me parta un rayo a que acierte seis en la Primitiva. Y mira que hay que tener mala suerte para morir fulminado por un rayo.

Otra cosa sería morir ahogado. ¿Qué probabilidad existe de que esa sea la forma en que nos despediremos de este mundo? Analizando datos de la Organización Mundial de la Salud y tras revisar las tasas de mortalidad puedo aventurar que es 100.000 veces más probable morir ahogado que comprar la papeleta que resulte agraciada con el Cuponazo de la ONCE.

Ya puestos y para fastidiar a más gente, les diré a aquellas parejitas enamoradas y llenas de energía que si utilizan el preservativo, método anticonceptivo con una fiabilidad contrastada de entre un 98 % según las casas comerciales y un 80 % según los datos reales más pesimistas, que será 10.000 veces más probable que sobrevenga un embarazo no deseado a que le toque el Gordo de Navidad.  

Total, que tendrá que seguir trabajando hasta que se jubile, y al ritmo que vamos será a los ochenta años y en lugar de una placa de recuerdo recibirá de sus compañeros una botella de oxígeno.

Maldita estadística. ¿No le habrá quitado a usted la ilusión este fastidioso artículo? Si es así, le voy a dar un remedio infalible para vencer a la impertinente estadística. El próximo fin de semana que amanezca lluvioso salga a la calle y eche una primitiva. Luego váyase a la playa con su amorcito y hagan el amor mientras se bañan. Le aseguro que será mucho más probable que le haga millonario su boleto a que les caiga encima un rayo justo después de haber engendrado un niño, que queden aturdidos y mientras se recuperan e intentan salir del agua aparezca en el cielo un meteorito gigantesco, caiga mar adentro en algún lugar cercano y mueran ahogados por el oleaje que cause el impacto.