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Tienes mejor aspecto

07.08.2012 17:30

 

Me tuviste muy preocupado, querida. Te vi tan mustia, tan apagada que… llegué a temer lo peor. Me esforcé lo indecible para que no percibieras mi desconsuelo. A solas sorbía las lágrimas y engullía un dolor que quemaba las entrañas. Pero un día, cuando todo lo daba por perdido, vislumbré en ti una pequeña mejoría. Mi vida recobraba el sentido.

No consigo explicarme cómo se obró el milagro pero ahora vuelves a estar radiante y yo soy la persona más dichosa del mundo. ¡Brindemos por nuestra felicidad! Prometo que seguiré regándote con el mejor de los vinos para que tu tallo crezca robusto y tus hojas conserven este verde tan maravilloso.

Yo también maté una cucaracha

20.07.2012 00:45

 

Pero bueno: ¿qué pinta en este blog una entrada sobre cucarachas? Pues las cosas del verano, de las vacaciones, de las jarras de cerveza...

La cuestión es que el otro día maté una cucaracha en la calle y le dije a mi amigo Antonio, que me acompañaba en ese momento, que siempre que veía alguna la pisoteaba y así eliminaba de un zapatazo toda su descendencia.

No es cierto que esto lo hiciera siempre, pero me pregunté qué número conforma la prole de estos bichos y, qué ocurriría si cada uno matáramos este verano una sola de estas molestas correderas. Pues ahí van los cálculos.

Mi ciudad, La Línea de la Concepción, tiene una población aproximada de 72.000 habitantes. Este mismo número de cucarachas caerían si todos cumpliéramos el objetivo propuesto. Supongamos que la mitad fuesen hembras. Cada una puede vivir un año y tiene unas ocho puestas, lo que supondrían unos 300 o 400 descendientes. Pero no vamos a ser tan optimistas: como unas serán más jóvenes que otras y no todas completarán el ciclo reproductor, consideremos una media de 100 descendientes por cucaracha hembra eliminada. O sea, 3.600.000 cucarachas menos en un año.

En una ciudad como Madrid, sin contar el área metropolitana, desaparecería en un año 165 millones de cucarachas. Todo por un simple zapatazo.

 

Estos son cálculos muy ligeros, obviamente, pero a partir de ahora no dejo ninguna viva. Cucaracha que mato, 50 menos que habrá el año que viene. No lo dudes, aunque te dé asco o pánico, manda a tu pareja si te ves incapaz, pero que no salga viva. Que puedas teclear con orgullo el hashtag #YoTambiénMatéUnaCucaracha.

  

 

Mis últimos años

04.07.2012 22:29

 

La ventaja de romper con todo es que te posibilita abandonar estúpidos convencionalismos e hipócritas formalidades. Te ahorras tener que saludar a intrometidos vecinos y puedes permitirte el lujo de eructar o tirarte un pedo en sus propias narices. Hace años que no hablo con nadie y me siento orgulloso de ello. Ayer sorprendí en el portal a las cacatúas del tercero elucubrando sobre mi estado de salud mental. Agarré mis genitales con una mano y con la otra les hice una peineta. Las muy putas, como si no estuviera en mis completos cabales. Creen que inundo de basura el ojo de patio porque estoy loco, o porque tengo el síndrome de Diógenes. Una mierda para el Diógenes ese y otra para ellas. Lo hago porque sé que les fastidia. Están deseando que me muera. Ochenta y ocho años y el viejo sigue vivo. Ochenta y nueve y no se muere. Ha cumplido los noventa y sigue dando por culo el hijo de la gran puta. ¡Y lo que me queda! Pienso vivir como mínimo veinte años más. Me cuido para ello. Todas las mañanas camino un mínimo de tres horas, sigo una dieta equilibrada y ejercito la mente a diario porque me horroriza imaginar que pudiera un día llegar a perder la cabeza.

 

Espero que no vean en mí un ser despreciable. Me aíslo en la soledad porque entiendo que la humanidad está podrida, irremediablemente desahuciada. Lo único que pretendo es vivir con dignidad mis últimos días, refugiado en mis pensamientos y en los libros. Pero ellos no me dejan, se entrometen en mi vida, me menosprecian e insultan, se ríen de mi provecta existencia. Para su desgracia, las ofensas, lejos de causarme daño, espolean mi innato espíritu de lucha. No me atemorizan sus amenazas; ni siquiera me inquietan. Me siento con fuerzas suficientes para seguir combatiéndolos durante mucho tiempo. Sin embargo, un nuevo enemigo ha surgido de imprevisto. Debo reconocer que este sí que consigue elevar mi exasperación hasta el límite que puede tolerar mi paciencia. Se cruzó en mi camino hace doce días. Regresaba de mi habitual paseo matutino cuando mis ojos se encontraron súbitamente con los suyos. Al instante percibí una muda bofetada de desprecio. No me amilané: le sostuve la mirada mientras pasé a su lado. Mi sorpresa fue mayúscula cuando la mañana siguiente lo encontré en el mismo lugar, con la misma pose chulesca, rezumando insolencia. Me detuve unos segundos, el tiempo suficiente para insuflar su mezquino rostro de una buena dosis de veneno pulverizado directamente desde mis ojos. Le tuvo que doler mi gallardía porque desde entonces  aguarda día tras día y en el mismo punto mi llegada, para provocarme con su burlón silencio.

 

No lo soporto: el descaro con que me mira, el pañuelito anudado al cuello y... esa fatua sonrisa. Hasta ahora no hemos mediado palabra, pero ya va siendo hora de acabar con esta pantomima. Está decidido, de hoy no pasa que le diga cuatro cosas a ese niñato postinero. Seguro que está de nuevo al acecho tras la farmacia de la esquina. Ya voy llegando. A ver..., en efecto;  ahí se encuentra, rodeado de los mismos amigos, tan pijos como él y tan... Un momento. ¡No puede ser! ¿Qué broma es esta? ¡No lleva pantalones! ¿Y el pañuelo? En su lugar cuelga un cartel que anuncia... ¡Rebajas! ¡Qué ridículo más espantoso! ¿Qué te pasó, criatura? Ya veo, te dieron tu merecido... ¿Por qué no me sostienes ahora la mirada, fantoche? ¿Dónde dejaste tu chulería? Te avergüenzas, ¿no es cierto? Pues jódete, mamarracho, jódete.

Volver a nacer

27.06.2012 12:03

 

Ayer, 26 de junio de 2012, mi madre y mi única hermana volvieron a nacer. Cuando escribes con el alma, como hice cuando plasmé en un papel aquel doloroso capítulo 4 de El eterno olvido, te salen cosas como esta:

“Y en medio del caos que parece gobernar la historia de la humanidad, los pequeños protagonistas, nosotros, intentamos pasar desapercibidos ante el infortunio, escondidos de la todopoderosa calamidad, implorando no toparnos con ella, conocedores de que siempre anda acechando por ahí, irremediable, imparable, invencible..., errando por las calles mientras elige su próxima visita. Las cosas cambian en un segundo, de la misma forma que se derrumba en sólo un instante aquello que tardó años en construirse. Y nunca se está preparado para ello”.

No, nunca se estará preparado. Ayer la desgracia pasó rozándonos. Salirse de la carretera a más 100, dar varias vueltas de campana, chocar con otro vehículo, con los muros, quedar el coche como siniestro total y que ambas salgan ilesas es algo extraordinario.

En la propia novela hay pasajes donde se reflexiona sobre Dios, sobre el destino y sobre el azar. No tengo una opinión firme. Solo sé que mi hermana y mi madre han vuelto a nacer y que cuando ellas se encuentren con ánimos, porque todo lo que no te mata te hace más fuerte, hay que celebrarlo a lo grande, porque la desgracia no descansa nunca. Si antes lo tenía claro, ahora lo tengo aún más: vamos a saborear cada segundo, a disfrutar, a vivir y, si es posible, a contribuir a que los demás también vivan un poquito mejor. Vamos a VIVIR LA VIDA, porque un día todo se acaba.

Su chico de alquiler, de Mayte Esteban

21.06.2012 23:27

 

 

Decidí unirme a la iniciativa del blog El universo de los libros, un mes una autora, en esta ocasión dedicado a Mayte Esteban, y participé eligiendo su ópera prima, Su chico de alquiler. Escogí esta novela porque quería algo ligero, entretenido, para pasar un rato ameno. Y acerté.

                                                                    

 

Cada día estoy más convencido de la versatilidad de esta autora, capaz de escribir una novela tan profunda como La arena del reloj, de embarcarse en una historia fantástica con El medallón de la magia o, como en este caso, aventurarse en el chick lit.

 

Vaya por delante que este género no me gusta, de igual forma que tampoco me atrae la épica medieval o el romance vampiresco, pero Mayte se introduce de lleno en el mundo juvenil con tanta habilidad que consigue que te interese esta historia de amoríos, enredos y coincidencias, y que acabes ventilándote la novela en un par de horas.

 

Creo yo que esta novela (este género) gusta más a las chicas. Lo digo con el mayor de los respetos, de igual forma que el fútbol, siempre generalizando, gusta más a ellos. Así que, aprovechando que llega el veranito, cargue Su chico de alquiler en su lector digital y a disfrutarlo entre cócteles y chapuzones.   

 

                                                                

Confesiones literarias (II)

18.06.2012 19:03

Para completar las que puse hace un par de meses. Puede que a algunos les puedan parecer sorprendentes para alguien que escribe y disfruta la literatura, pero es la realidad:

- No solía leer los libros de lectura obligada en mi época de instituto.

- Nunca asistí a la presentación de una novela.

- La carencia de agua tuvo protagonismo en mi primera novela; en la segunda lo tiene su abundancia.

- Nunca subrayo, resalto o escribo en los libros.

- No he leído nada de Ken Follet.

- Nunca he participado en tertulias literarias.

La certeza de lo venidero

09.06.2012 20:13

 

No consigo imaginar cómo lo vivieron los demás, por más que lo hayamos comentado infinidad de veces, pero sí puedo dar fe de que cada minuto de mi existencia he convivido con el anhelante vaho de la indefectible llegada de mi estelar momento. Hoy puedo asegurar que tanta ansiedad ha merecido la pena.

 

Me desperté a la hora prevista. Enseguida noté cómo la expectación me infundía un nerviosismo inusitado. Me corté al afeitarme, di mil vueltas antes de salir de casa y, justo cuando abandonaba el ascensor, descubrí que acudía al trabajo en zapatillas. Resulta divertido que nos haya sido vedada la anticipación de estas minucias, tolerables por su intrascendencia, que inundan nuestra cotidianidad con chispas de gracia.

 

El momento llegaría hacia el mediodía. Hasta entonces, las horas transcurrieron con una exasperante lentitud. Cuando el reloj de la pared marcó las once en punto la impaciencia se transformó en un turbador desasosiego. Escrutaba cada rostro de mujer intentando reconocer la complicidad en su mirada. “Si esperas a alguien lamento decirte que no soy yo, cariño”, me soltó una simpática chica no muy agraciada; confieso que sentí cierto alivio. ¡Qué ingenuo fui! ¡Cómo si el mágico instante pudiera pasar desapercibido! Cuando nuestros ojos se cruzaron supimos de inmediato que nos habíamos encontrado. Ese brillo en su mirada, la sorpresa, la ilusión, la satisfacción... ¡Qué bello es el alumbramiento del amor! “Le falta una copia de su último contrato”, alcancé a decir con voz trémula.

 

Mañana volverá más temprano. Me cruzaré con ella en la puerta. Aprovechando mi descanso para el desayuno le pediré que me acompañe. Sé que lo hará. La sobornaré aceptando el documento que le falta sin necesidad de guardar cola. Estoy deseando que llegue mañana, más aún, que fuese ya sábado para probar al fin la miel de sus labios. Lo nuestro ha sido un maravilloso flechazo. ¿Saben? Por un instante me ha invadido la congoja de saber que fallecerá dentro de tres años y siete meses. Pero, ¡qué caramba!, ese es nuestro destino. ¿Y la felicidad que me regalará?  Pienso vivir este tiempo con la máxima intensidad, saborear cada segundo, disfrutar de su presencia.

 

Hoy ha sido el día más feliz de mi vida. Doy gracias a Dios porque no creo merecerme tanto. Ahora estoy frente a mi escritorio.  Tantas emociones me impiden dormir. Tantas emociones y... una espeluznante idea que ha sobrevolado mi cabeza. ¿Y si existiera otro lugar, un universo paralelo donde las personas desconocieran su destino y vivieran con la angustia de no saber qué podría ocurrirles mañana? Me da pánico solo pensarlo. 

El regreso

22.05.2012 14:39

 

- Enseguida vuelvo.

- ¿Dónde vas, papá?

- A tirar la basura, preciosa.

El rutinario encuentro nocturno con los contenedores. Un paseo fugaz de apenas cincuenta metros. Una vez más salí exclusivamente con lo puesto: chanclas, camiseta y pantalón corto. Para qué molestarme en tomar dinero, el móvil o la documentación si solo es un momento, siempre es un momento. La noche estrellada, espléndida, sin rastro al fin del molesto viento de poniente que desde finales de julio se había apoderado de la bahía con la determinación de no abandonarla. No recuerdo que pasara nada fuera de lo normal, salvo aquel pequeño traspié, en apariencia intrascendente. Puede que fuera consecuencia de una mala postura, pero experimenté una extraña sensación, como si mi cuerpo se hubiese visto atravesado por una onda de vibraciones. Algo tan efímero como inusitado, para lo que no encuentro parangón en los fenómenos físicos que acompañan nuestra vida. Lo único que se me ocurre de cierta semejanza es la sacudida que alguna vez hemos sufrido al zambullirnos con imprudencia en una ola justo cuando se dispone a romper. Luego me incorporé como si nada, sin el más mínimo daño físico. No había caminado dos pasos cuando me sobrevino un intenso frío. Por instinto miré al cielo y entonces descubrí unos destellos luminosos que escapaban por la ventana de uno de los pisos contiguos a los míos. Una sonrisa afloró a mi rostro: eran las luces de un árbol de Navidad.

 

Aún estaba haciendo conjeturas cuando abrí la puerta de mi casa: ¿serían tan vagos como para no molestarse en quitar los adornos navideños o habitaría la vivienda practicantes de alguna peculiar religión que celebrara la Navidad en verano? Parece estar demostrado que la fecha real del nacimiento de Cristo no es la que se cree... Llamé a mi mujer para referirle la experiencia, a ver qué opinaba y entonces la oí gritar como nunca antes. Corrí a su encuentro. La visión de su imagen paralizó mi cuerpo. Estaba de pie en medio del salón. Inmóvil, los ojos parecían querer escapar de sus órbitas. Había estallado en un llanto desgarrador. Sus manos temblorosas se afanaban por llegar hasta mí. La niña se hallaba sentada en el mismo lugar donde la había dejado, pero su semblante había mutado. Pálida. Como si hubiese visto un fantasma. Algo grave había sucedido. Enseguida pensé en mi hijo. Mi serenidad se desplomó en un segundo.

- ¡El niño! ¿Qué le ha pasado al niño? ¾grité en un arrebato de histeria.

En ese preciso instante se abrió la puerta a mis espaldas. Para mi sorpresa, era mi hijo. Se había marchado de acampada y no lo esperaba hasta el día siguiente. ¿Qué le había hecho regresar precipitadamente? Sea como fuere, sentí un enorme alivio al descubrir que no era el protagonista pasivo del drama que se vivía en mi casa. “¡Papá!”, balbuceó nada más verme. En sus ojos convulsos se adivinaba una inminente explosión de lágrimas. Raudo como el rayo desvié la atención hacia mi mujer, suplicando una inmediata explicación. El desconcierto reinaba en su rostro. Tartamudeando, trataba en vano entre hipidos de articular palabra. Miré a la pequeña. Lloraba. Todos lloraban cuando me abrazaron. Estuve a punto de explotar y exigir que me dijeran de una vez por todas qué desgracia había acontecido. Pero el calor de mi familia me contuvo. El abrazo, la más maravillosa manifestación de amor, me reveló la sobrecogedora realidad. La sangre se me heló al instante. No me es posible explicar cómo, pero sentí que mi cuerpo limpiaba los suyos de dolor, absorbiendo una ingente cantidad de ansiedad y tensión. Mi familia lloraba de alegría, de alegría por verme.

 

Nadie, absolutamente nadie me cree cuando sostengo que solo estuve ausente un par de minutos. Hasta yo mismo dudo de mi versión de los hechos, ante la evidencia más que probada de que salí de casa un diecisiete de agosto y regresé el veintidós de diciembre. Por disparatado que pueda parecer, sufrí un extraordinario salto a través del tiempo. A esa idea me aferro y me da igual lo que puedan pensar los demás: si abandoné a los míos por otra mujer, si sufrí un repentino ataque de amnesia, si me largué para romper con todo, si me secuestraron, si intentaron matarme o si... fui abducido. Qué más da lo que pasó; lo realmente importante es que regresé y puse fin a la desesperación que consumió a mi familia durante cinco interminables meses.

 

Se estima que solo en España hay más de quince mil personas desaparecidas. Y nadie es capaz de aclarar por qué maldita razón no regresan a sus hogares. Ojalá un día aparezcan, aun ofreciendo una explicación tan inverosímil como la mía. Este relato está dedicado a todas aquellas personas que pasan el resto de sus días esperando.

Ensalada amazónica

20.05.2012 11:51

 

Pronto cumpliré un año en este intrincado mundillo literario. He tenido la oportunidad de conocer a personas estupendas a través de las redes sociales, los blogs, los foros… Esto es algo que no tiene precio. Pero también he descubierto una legión de personajes sin escrúpulos que tiene como único fin su propia progresión a costa de lo que sea: blogueros que plagian las reseñas, escritores que dicen leer tu novela y no lo hacen, aunque hablen maravillas, para que te sientas en cierto modo obligado a corresponder, gente que jamás retwitea o comparte tus mensajes, oportunistas que venden en Amazon obras clásicas traducidas de manera vergonzosa, agencias que no dan siquiera una respuesta de cortesía, editoriales que pretenden estafarte, sujetos que venden tu novela sin permiso, que la piratean aunque la regales, lectores que critican sin un mínimo de educación, escritores que proponen eliminar de Amazon los libros que no prosperan en las listas, jurados que consienten aparentar que deliberan…

En este batiburrillo nos movemos, entre miles de obras, intentando llegar a los lectores. Ahí andamos, un ingrediente más de esta peculiar ensalada a base de gente maravillosa, algo de sal, un chorreón de aceite y una jauría de rufianes.

Los memes

09.05.2012 23:40

 

Un meme es una unidad de información cultural que se transmite entre distintos individuos. En Internet este término hace referencia a una idea en cualquier tipo de archivo que, por su interés, se propaga con suma facilidad. Por los blogs literarios circulan unos memes en forma de preguntas. Hoy he recibido la invitación a uno de ellos por parte de Arantxa, del blog Espíritu libre, y me ha hecho ilusión, porque veo que aunque hace meses que leyó la novela se sigue acordando de ella con cariño. No puedo dejar de recordar su excelente reseña de El eterno olvido

Así que encantado respondo a esas preguntas:  

 

¿Sagas o libros autoconclusivos?

Las sagas no me van. Creo que se acaba forzando a los personajes y a la propia historia, aunque reconozco que a veces me quedo con ganas de una segunda parte, para saber un poquito más de esos personajes que me encandilaron.

E-book vs papel. Una ventaja y un inconveniente.

El gusto por la propiedad es característico del ser humano. Tener un libro en un lector digital nos da la sensación de que realmente no lo tenemos. Pero es muy práctico. Propongo que los nuevos lectores vengan con el olor de los libros impresos, a ver qué tal

¿Qué adaptación cinematográfica de un libro te ha parecido perfecta para el libro?

Por raro que parezca, cuando veo una película no suelo leer el libro y viceversa. Y en los casos que así ha sido la película salió perdiendo.

Si un libro no te gusta, ¿lo abandonas?

En contadas ocasiones abandono una lectura. Me gusta acabarlos.

Cotilleando tus hábitos de lectura (1). ¿Dónde lees más a gusto?

En la cama y por las noches. Lo cual no quiere decir que no disfrute también leyendo en aquel mágico lugar donde ricos y pobres nos parecemos tanto.

Cotilleando tus hábitos de lectura (2). ¿Escuchas música mientras lees?

Jamás.

Cotilleando tus hábitos de lectura (3). ¿Utilizas marcapáginas, doblas la esquina del libro o memorizas la página en la que te quedas?

Ahora siempre uso marcapáginas, pero confieso que hace un tiempo torturaba a las pobres hojas doblando sus esquinas.

¿Sueles releer los que te han gustado especialmente?

Sí que he releído algunos, y me gustaría hacerlo con más, pero ¡hay tanto libro bueno desconocido esperándome!

¿Compras un libro si te llama la atención la portada?

Seguro. No soy inmune al poder del marketing.

Recomienda el libro más adictivo que recuerdes.

Sin duda, El eterno olvido. ¡Me mantuvo pegado a sus páginas durante todo un año!

Elementos: 41 - 50 de 94

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