Perder amor

15.03.2013 17:50

 

Después de un tiempo mustio de ideas, cuando al fin surge un tema que me atrae y encuentro la ocasión para confesarle al blog mis sentimientos, movido quizá más por la necesidad de romper el desasosiego de la inactividad que por el propio deseo, justo cuando me siento a escribir cambio de parecer y me decido a hablar de algo por completo distinto, antagónico.

 

Ocurrió esta mañana. Departía en el trabajo sobre trivialidades cuando, sin saber muy bien cómo, la conversación derivó a temas más serios. La amistad es un término que admite pocas chanzas. Una compañera sostenía −no sin razón− que amigos de verdad se cuentan con los dedos de la mano. Me preguntó si yo tenía amigos. Le respondí que sí. ¿De los auténticos, en los que puedas confiar ciegamente?, insistió. Asentí de nuevo, pero en esta ocasión no pude disimular cierto titubeo en mis palabras. Comenzó a hablar de su actual pareja como el mejor amigo y entonces yo pasé a alternar mi atención: mientras la oía me preguntaba si el mejor de los amigos no puede también equivocarse. ¿Acaso a veces no nos traicionamos nosotros mismos y nos hacemos daño como si no nos quisiéramos? !Cuando acabó las alabanzas dijo que seguía queriendo a su marido y que aún soñaba con él muchas noches.

 

Mi compañera se quedó viuda hace dieciséis años. Fue algo repentino, de la noche a la mañana. Siguió un período de seis años de tratamiento psicológico, de interminables noches imposibles de describir incluso para quien las padece. ¿Cuántos casos similares conoces? Demasiados, ¿verdad?

 

A mí estas historias me conmueven porque perder amor −y es obvio que no me refiero solo al de la pareja− es la peor de las desgracias. Admiro la capacidad de las personas para sobreponerse a golpes tan duros. Admiro aun más a los que sufren a diario y jamás se reponen, a quienes pasan el resto de sus días aguardando a que el tiempo sedimente la amargura.

 

Es muy difícil vivir. Es insufrible hacerlo sin las personas que amas. Sé por qué dudé cuando mi compañera habló de confianza. Porque somos humanos y, por tanto, débiles, inseguros y falibles. Pero el amor no se equivoca. Por eso, yo estoy orgulloso de contar con amigos, pareja y familia en los que puedo confiar plenamente, aunque un día me fallen. Sé que me aman y que nunca me harán daño de manera consciente. Coincidirás conmigo, querido lector, en que no hay nada más importante que el amor de esos seres. Ellos marcan el verdadero sentido de nuestra vida.

 

Por eso siento tanta rabia y me da tanta pena de quienes sufren el trance de perderlos. Para ellos el más fuerte de los abrazos.