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01.04.2013 22:05

Mi querido amigo J.J. me sugiere escribir más en el blog y en las redes sociales. Reconozco que no le falta razón, que tengo un tanto desatendido a mis seguidores. Pero cada uno es como es y yo siempre fui parco en las comunicaciones telemáticas. Ni el teléfono, ni los chats, ni los WhatsApp… No me gusta prolongar conversaciones por estos medios, mucho menos hacerlas constantes. Con nadie. Esta particularidad no se extrapola al cara a cara pues, aunque suelo guardar distancias con desconocidos, cuando se instala cierta confianza charlo hasta por los codos. No sé a qué se debe este contraste en mi actitud. Puede que se sustente en la necesidad de mirar a los ojos, de sentir la presencia. Eso explicaría mi rechazo a jugar al ajedrez por Internet pero, sinceramente, creo que mis gustos no variarían si me valiera de una webcam. Profundizando en el asunto, he llegado a la conclusión de que el abuso en las mencionadas comunicaciones trastoca el curso natural de los acontecimientos. Como si se forzaran los encuentros. Y yo creo que los amigos se ven cuando se tienen que ver y hablan cuando tienen que hablar, sean minutos u horas. Y la verdad, no me imagino colgando un tuit que diga que me voy a acostar porque tengo sueño, o llamando a mi amigo para decirle que esta tarde estuve en el supermercado. Todo lo cual no conlleva juzgar esta práctica como desacertada. Se trata solo de una cuestión de preferencias. Es más, conociendo cómo es de variable la condición humana, ¿quién no asegura que mañana ande yo enganchado a los WhatsApp? Torres más grandes han caído. Al final, quien más quien menos acaba bebiendo de las aguas que prometió nunca probar.

    ¿Y a cuento de qué viene esta perorata? Ni idea, porque yo pensaba hablar de otra cosa, como indica el título de esta entrada. Pero, para lo poco que escribo, no lo vamos a borrar. Vayamos, pues, con esas novedades.

 

 

    Tres asuntos acaparan mis quehaceres literarios. En primer lugar, El eterno olvido. Aunque en los tiempos actuales no se puede hablar de último recorrido, pues la novela siempre estará visible y disponible en Internet, sí que podemos suponer que ya pasó su apogeo. He tomado la determinación de cambiar la portada. Hasta la fecha, había alternado las distintas propuestas que en su día preparó Paco Galeote. Todas espléndidas, pero alusivas al punto de suspense. He querido rescatar, para esta última etapa, una idea que desde el principio rondaba mi cabeza, y que se inspiraba en la soledad y el recuerdo. Por no quedarme con las ganas. He aquí el resultado:

 

                                         

 

 

    Por otro lado, mi segunda novela continúa su lento peregrinaje. Hace dos años que la inicié y, aunque muy avanzada, será preciso esperar unos meses para alcanzar su término. Después de diez semanas aparcada, la he vuelto a retomar. No debe de faltar mucho para ese punto y final. Claro que eso mismo dije hace algún tiempo. 

 

    Por último, anunciaros que lo que sí he acabado es otro trabajo. Ya puedo adelantar el título: Mis juegos, paradojas y acertijos favoritos. Escrito en clave de humor, recoge una treintena de problemas y juegos sorprendentes, que me cautivaron desde que los conocí. La obra incluye La verdadera historia de Kamduki: un repaso a las pruebas que aparecen en El eterno olvido, cómo se crearon y en qué están inspiradas. Un libro de entretenimiento que estoy seguro gustará a quienes disfrutan con los juegos de ingenio y las historias sorprendentes y misteriosas. Saldrá publicado en Amazon muy en breve, el tiempo que tarde en maquetar y preparar la obra en formato mobi. Me costará un poco porque incluye algunas ilustraciones y no soy muy ducho en el tema, más bien al contrario, pero, si no me distraigo en otros asuntos, espero que esté disponible en una o dos semanas, a lo sumo.

 

    No dejen de visitarme una vez al mes. Aunque con poca frecuencia, seguiré regando este blog con palabras, para que al menos se mantenga vivo. El día que se muera serán los primeros en saberlo. Ahora a esperar a que llegue la dichosa primavera, que ya se está retrasando más de la cuenta. Sean muy felices.