La ineludible cita con el engaño

21.12.2013 11:19

Ya está aquí de nuevo, como cada año. Invade todos los hogares. Se cuela por cada rendija. Te busca. Su obsesión persecutoria no conoce límites. Y es imposible escapar. Este año, peor que nunca, anunciado por horripilantes monstruos. Estremecedores. El sorteo de Navidad.

No puedo con esta farsa. Me supera. Un timo en toda regla, montado con refinada parafernalia, cuidado con el mayor de los esmeros para que se perpetúe en los tiempos y garantice una recaudación descomunal a costa de la ilusión de las personas.

Eso que llaman “el Gordo” no es más que un premio flacucho. Al menos normal y corriente. Cuatro millones de euros. ¡Cuatro millones de embustes! Los muy pérfidos hablan siempre de premios en cuantía para el billete, pero no dicen −o procuran no difundir− que el billete cuesta 200 eurazos. Para adquirir un décimo hay que desembolsar 20 euros, casi nada, lo que nos gastamos en un café, vamos, y el premio máximo a que se aspira es de 400.000 euros. Sin contar la retención del 20 % que practica Hacienda, claro. Me he pasado con lo de flacucho, lo reconozco, la realidad es que el premio es suculento, un buen pellizco, pero no te va a quitar de trabajar. Y en ningún caso se trata de algo excepcional. Si jugásemos esos 20 euros en un cupón de la ONCE (disponible a diario) el premio ascendería a 466.667 euros. Y la probabilidad de acierto es la misma: una entre cien mil. Entonces, ¿para qué tanto bombo y platillo? ¿Sirve el argumento de que está muy repartido? No. En cualquier lugar se compran cupones mancomunados o se juegan primitivas en grupo. ¿Reparte muchos premios menores? Nada especial, también el resto de sorteos lo hace. Además, los premios menores bajan muchísimo en cuantía. Y de las pedreas mejor ni hablar.

Entiendo que a los padres les hará ilusión ver a sus hijos por la tele, yo preferiría que trajeran buenas notas o destacaran en cualquier rama artística, cultural o deportiva, pero cada quien es cada quien. Nada que objetar. Lo que no cabe en cabeza es que todos los medios de comunicación destinen una mañana completa a oír niños cantar, es un decir, numeritos con esa entonación tan latosa, anunciando una y otra vez premios míseros. Sí, la pedrea es una miseria. Multiplicas por cinco el importe que juegas. Ni más ni menos.

Por último, el telediario. Conectamos con la localidad de Triquitrau donde ha caído el tercer premio. Y ahí nos vemos gente pegando botes. ¿Cuánto le ha tocado a usted? No sé. ¿Qué piensa hacer con tanto dinero? Tapar agujeros. El infeliz no sabe que ha jugado una participación de dos euros, de los que cuarenta céntimos corresponden a donación y que el premio final que le corresponde, libre de impuestos, por esa participación del tercer premio es de 3.200 euros. Rico que se ha hecho. Que sí, que son tres mil eurazos, pero premios como este se dan en la primitiva varios cientos cada semana y nadie sale en la tele.

Todo dinero es bienvenido, y más en estos tiempos, y es motivo de alegría. Pero lo que jode es el enmascaramiento, el engaño. Por eso odio el sorteo de Navidad y odio a los politicuchos que manipulan y orquestan, con exclusivo afán recaudatorio, vendiendo ilusiones, jugando con las necesidades. Más valdría que anunciaran que el importe de las ganancias se destinaría íntegramente a la apertura de comedores sociales. ¡Malditos sean!

Se acabó el berrinche. Me quedé tranquilo. Les aseguro que no conozco al Grinch y espero que nadie me haya confundido con el señor Scrooge, no me agradaría recibir la visita del Espíritu de las Navidades pasadas y futuras. Todo lo contrario: me encanta la Navidad.

Sean felices, disfruten con los amigos, abracen a sus seres queridos como si fuera el último día y que 2014 os colme de felicidad. De todo corazón.