Educación por la entrepierna

13.01.2014 16:47

Hace unos meses redacté un artículo que titulaba “Para entender la crisis”.enriqueosuna.webnode.com/news/para-entender-la-crisis/

Incluía un pequeño test para que, en un ejercicio de sinceridad y como autocrítica, valorásemos la nobleza de las acciones que conforman nuestro proceder rutinario. Pretendía hacer reflexionar hasta qué punto es práctica habitual en nuestro país defraudar a Hacienda, a las compañías de seguro o a la Seguridad Social. Quedarnos con lo ajeno, aprovecharnos de lo que no es nuestro. Contribuir, con nuestra mansa colaboración, al sostenimiento de la delincuencia comprando productos robados o falsificados, descargando material con derechos de autor o aceptando trabajos sin IVA. 

En definitiva, planteaba tomar en consideración la tétrica sospecha que planea sobre nuestras cabezas, la idea de que quizá tengamos lo que nos merecemos: ladrones a gran escala con grandes recursos que emergen de una sociedad de ladronzuelos con pequeños recursos.

   

¿Somos tan ruines los españoles? Por cuatro chorraditas de nada… ¿Qué malo tiene detener un momento el coche y tomar unas naranjas de la finca de un rudo agricultor que no aporta más que callos a la sociedad? ¿Quién se va a enterar si pedimos a nuestro tío, que es médico, que nos agilice la visita al especialista? No creo que nadie se moleste por colarnos ¿O pedir a nuestra prima, que es la directora de ese colegio tan bonito libre de golfos, que reserve una plaza para nuestro sobrinito? A fin de cuentas, quien más quien menos maquina empadronamientos para lograr el colegio que le conviene. Hay que buscarse la vida, que el que no tiene padrinos…

 

Los españoles, lo queramos o no y por triste que suene, aprendemos –o nos encauzamos- a base de palos. ¿Recuerdan cuánto costó acostumbrarnos a usar el cinturón de seguridad en cualquier trayecto? Solo cuando se procedió a sancionar con contundencia aceptamos la conveniencia de su utilización. Aún así, sigue habiendo incautos que arriesgan su vida por no seguir esta sencilla medida. Está claro que los palos no son tan duros. Total, si no van a pagar la multa y van a seguir conduciendo sin puntos… En materia de seguridad vial no hay que remontarse tan atrás. ¿Quién no conoce un amigo que se toma dos copas, o tres cervezas, viendo un partido de fútbol y luego se sienta al volante con absoluta tranquilidad? Esto no se acabará con sanciones económicas. Cuando exista una ley que mande directamente al trullo, sin atenuantes ni contemplaciones, a quien dé positivo en un control de alcoholemia, se erradicará esta temeridad. 

 

He tenido la fortuna de viajar lo suficiente para distinguir ciudadanos que actúan bajo el mismo patrón que los españoles, de los que dan constantes ejemplos de civismo. Y entre estos últimos, los que lo hacen porque reciben cada día su dosis de jarabe de palo dentro de un régimen dictatorial y los que están educados en un entorno de sensibilidad y cordura.

 

La educación. Ahí está la madre del cordero. Aunque deberían, no podemos esperar ejemplo de las grandes instituciones: monarquía, parlamentarios, políticos, sindicatos, clero… ya han demostrado estar infectados de corrupción. Es necesario que nuevas hornadas de políticos y dirigentes crezcan en un ambiente sano, que hayan visto la honestidad en sus padres, que se les haya inculcado convenientemente en las escuelas. Y esto no se consigue de un día para otro

 

Es obvio que algún día habrá que empezar a mimar la educación, a construir un modelo con cimientos sólidos, después de que destrozáramos un sistema −por el absurdo motivo de que se utilizaba en la época franquista− que, al menos en lo relativo al conocimiento, funcionaba bien. El problema es que los que tienen que liderar el cambio no van a ponerse nunca de acuerdo. Unos que si la inclusión obligatoria de la religión (tócate los huevos), otros que si la lengua regional debe ser la principal (tócate el resto) y nadie preocupado por educar en los valores que nos hagan más cultos y mejores personas. Y en medio de este sinsentido, recortes y más recortes a uno de los pilares básicos de la sociedad. Y así nos va: un país donde crece desbocada la ignorancia, donde impera el desánimo entre los estudiantes que ven que su carrera no encuentra más salida que la emigración, donde el maestro ha perdido la autoridad y el respeto. Un país donde, entérese de una puñetera vez Sr. Wert (peor ministro de Educación en la historia de España y mira que hubo ineptos): NO TODOS PUEDEN ESTUDIAR. Porque las becas son escasas y llegan a destiempo, que hace cuatro meses que comenzó al año académico y no ha llegado un mísero euro a ningún estudiante.

 

Un páramo por panorama, porque los políticos se pasan, y lamentablemente se seguirán pasando, la educación por la mismísima entrepierna.