Afines

02.05.2013 16:02

 

Anoche acabé de leer Los girasoles ciegos, único libro de Alberto Méndez. En cuatro conmovedores relatos, el autor desgrana con sutil maestría la atrocidad y el sinsentido de la guerra. Una obra magnífica que, a mi juicio, se habría aproximado a la perfección si hubiese combinado la perspectiva del horror desde ambos bandos, porque salvajes en la Guerra Civil Española, como en todas las guerras, fueron todos, vencidos y vencidos. Digo bien, como esboza el propio autor: vencidos y vencidos.

 

Tras el duelo, la rebeldía; tras el tiempo, la resignación. Pero el dolor, cuando es culpable la crueldad, deja siempre un poso de odio. Han pasado más de setenta años, pero así fueren quinientos, estamos condenados a vivir rodeados de energúmenos que en vez de limpiar enturbian, que no buscan más que la confrontación y que gozan manteniendo vivo el espíritu caduco de las dos Españas, de los dos bandos, del tú blanco y yo negro.

 

No pretendo alarmar ni ofrecer una imagen catastrofista, pero me fastidia comprobar cómo nos manipulan, cómo adoctrinan las mentes para que olvidemos la parte más triste de nuestra historia, cómo mutilan los genes de la sensibilidad hasta lograr que las nuevas generaciones nazcan y crezcan con la simiente de la inquina. Que si la izquierda, que si la derecha… ¿Qué cuentos son esos? ¿Acaso no se halla todo bien nacido en el mismo bando, el bando de la paz, del trabajo justo, de los derechos básicos, de la solidaridad, del progreso y del bienestar? ¿Cuándo nos daremos cuenta de que estos adoradores del sillón y la buena mesa en la verborrea escupen veneno y que la sociedad lo traga y lo incorpora a su arsenal de recursos nocivos de libre disposición?

 

No aprendemos. A ellos no les interesa y nosotros no nos molestamos. Y mientras tanto, con la toxina latente en cada rincón, nos encontramos un ayuntamiento “socialista” donde una parte se niega a reprobar, porque son afines, la gestión del equipo de gobierno aunque deba once nóminas. O una nación “popular” donde otra parte es incapaz de censurar, porque son afines, los bárbaros recortes que sufre el proletariado para parchear los excesos y la corruptela de los más pudientes. Y así somos, sálvese quien pueda, afines. Afines a que nos jodan.