Adivinando el futuro

10.02.2016 16:49

Un día me pregunté cómo sería la vida de una persona del presente que viajara al pasado prehistórico llevando como único equipaje sus conocimientos. Nació un personaje, retrocedió medio millón de años y del fruto de sus andanzas logré publicar El amo del fuego. Como la imaginación no descansa, hoy me he preguntado qué ocurriría con alguien que en la misma tesitura viajara al futuro. No está en mis planes escribir otro libro sobre los viajes en el tiempo, pero esta idea me ha hecho reflexionar sobre lo complicado que sería hacerlo. ¿Cómo imaginar las relaciones humanas dentro de 500.000 años? ¿Qué sistema de organización imperará? ¿Qué hábitos? ¿Cómo se habrá solucionado el problema de la superpoblación? ¿Cómo de longeva será la especie? Podríamos plantearnos cientos de preguntas sin respuestas.

Medio millón de años son muchos, desde luego, nuestra imaginación no llega a tanto. La mayoría de libros futuristas parten de un holocausto atómico y de la ulterior decadencia de la especie, en un espacio de cien o doscientos años a lo sumo. Apostaría a que no acertarán, de igual manera que no acertaron quienes hace cuarenta años barruntaron viajes interestelares y ciudades colapsadas por infinidad de naves espaciales. Y es que imaginar resulta sencillo, acertar es otra cosa; eso queda reservado solo a las grandes mentes visionarias, como las de Leonardo Da Vinci o Julio Verne.

Quizá los humanos seamos menos perspicaces e inteligentes y más fantasmones y ególatras de lo que creemos. Pretendemos vislumbrar patrones de vida futura y somos incapaces de sospechar los cambios más insignificantes. Díganme si no, quién pudo imaginar hace unos años que cuando dispondríamos de llamadas gratuitas nos pasaríamos el puñetero día escribiendo mensajes, que felicitaríamos los cumpleaños de aquellos con los que nunca nos paramos a hablar, que pagaríamos una pasta por vestir pantalones rotos, que solo veríamos las fotos cuando las hiciéramos, que para estudiar una carrera en España tendrías que saber inglés o que para muchos estudiantes la alternativa más rentable tras acabar la carrera sería marchar a Noruega para vender salmón en las calles.

Creo dejar más que demostrado la extraordinaria dificultad que entraña atinar con el futuro. Aun así, como tampoco pierdo nada en el intento, voy a arriesgar aventurándome con el futuro más inmediato: vaticino nuevas elecciones, con flamantes candidatas en el PP y en el PSOE, con un Pablo Iglesias triunfador pero al que le faltará un escaño para gobernar aun contando con los independentistas y con un Albert Rivera presidente, que repartirá una vicepresidencia a cada una de las que serán las nuevas chicas de moda: Susana Díaz y Soraya Sáenz de Santamaría.

Ahí queda eso. Y no te digo que me lo mejores. Iguálamelo.