¿Somos sinceros?

27.11.2012 18:43

 

Hace tiempo que ando con ganas de dedicar una entrada del blog a la sinceridad. Pero cuando me he puesto manos a la obra, descubro −no sin sorpresa− que me cuesta más de lo que pensaba. Me quedo bloqueado, como si me topara con un muro infranqueable. ¿El motivo? Creo que para encontrar una respuesta lo primero que tengo que hacer precisamente es sincerarme.

 

Hay algo que me incomoda en el mundillo este de la literatura. Yo vengo del ajedrez, como todos ustedes saben, y ahí la verdad no admite muchas interpretaciones. Si una partida es buena, lo es. Si un jugador es muy fuerte, lo es. Y si uno juega una partida horrible, no hay vuelta de hoja. La sinceridad con los demás y, sobre todo, con uno mismo es la base para progresar en el juego. Saco a colación el ajedrez porque, que yo recuerde, nunca emití un juicio sin convicción. Sin embargo, aquí, entre las letras, me estoy dando cuenta de que mi verdadero yo se marcha de juerga sin permiso, se toma unas copas y dice y hace cosas que en realidad no siente. En definitiva, no acabo de ser sincero. Y hasta aquí hemos llegado.

 

Sálvese quien pueda, pero en el poco tiempo que llevo en la escritura he visto demasiados comportamientos hipócritas. Con mejor o peor fe. Por la parte que me toca, me he propuesto aligerar de carga mi conciencia y encauzar el futuro por vías más en consonancia con mi forma de ser, aunque sean menos comerciales. Voy a suprimir mis comentarios en Amazon, donde todas mis puntuaciones fueron de 5 estrellas. Voy a dejar de seguir en Twitter a quienes ni siquiera conozco. En foros y redes sociales moderaré la publicidad propia y, con respecto a la de otros autores, no añadiré ningún comentario que realmente no sienta. Lo del bombardeo publicitario que nadie se lo tome a mal; cada cual es libre de elegir su estrategia, solo que a mí no me gusta. Y lo que no quieras para ti…

 

Dicho y hecho lo cual, puedo abordar con otro ánimo el tema de la sinceridad. ¿Por qué no puede uno decir lo que piensa? ¿Qué nos hace soportar compañías no deseadas? ¿Utilizamos esa mano izquierda para eludir conflictos? ¿Sí? ¿Entonces para vivir sin conflictos debemos renunciar a una porción de nuestra propia personalidad, hacer lo que no deseamos? Vaya, vaya...

 

Decidido: la próxima vez que una abuela me muestre orgullosa las fotos de su nietecito, en lugar de decir «¡Ay, qué cosa más bonita! ¿A quién ha salido?», diré «El niño es más bien feo, ¿verdad? Se ve que ha salido a su hijo». Bueno, pensándolo bien creo que no haré tal cosa; algo me dice que es mejor no ser totalmente sincero.

 

Si es que esto no tiene solución. Enciendo la tele y, en plenas noticias, aparece el rey en el momento de hacer un comentario. Mira que es anodino, pero todos los que tiene alrededor ríen como si hubiese contado el chiste del año.

 

¿Y usted, querida seguidora, que hará esta tarde cuando vea el nuevo modelito de su amiga: le dirá que está monísima o que parece un espantapájaros? Me temo que conozco la respuesta. No tenemos remedio.